La empatía y las relaciones sociales

Sabemos que cuando los seres vivos nacen, la madre se ocupa de proveerles el sustento hasta que son capaces de valerse por sí mismos; así lo vemos en el reino animal. Los seres humanos no somos ajenos a esa realidad. La madre establece un vínculo emocional y afectivo con el hijo recién nacido, siendo capaz de comprender si tiene hambre, frío, sueño, calor, o sed. Por el tono de voz, gestos, o por su silencio, por ejemplo, es capaz de entender si a su hijo le preocupa algo. Sin embargo; en la mayoría de los casos, los adultos o padres, no le enseñan a sus hijos el proceso inverso; es decir, a ponerse en el lugar del otro, y a reconocer lo que le pasa.

Se conoce como empatía, a la capacidad de comprender los sentimientos de los demás; de poder apreciar las cosas desde la mirada del otro en lugar de nuestra propia perspectiva. Fortalecerla nos permite interactuar y mantener relaciones sociales, familiares y profesionales sinceras, facilita el desarrollo de la conciencia de uno mismo, además de contribuir con un mundo equitativo y pacífico. Sin empatía no sería posible la compasión, ya que la última implica la percepción y la compenetración con el sufrimiento del otro, donde surge el deseo y la acción de aliviar, reducir o eliminar la situación dolorosa.

¿Resulta importante promover la empatía? Claro que si por múltiples razones; ya que enseña a niños y niñas a tomar decisiones responsables al tener en cuenta a su familia, amistades, o comunidad; para mantener el bienestar y la salud física y mental; porque facilita la sana comunicación en las relaciones sociales y laborales; contribuye a generar conciencia social al reducir los prejuicios, el acoso y el racismo; y por último, porque nos permite comprender el estado de ánimo de las demás personas, propiciando un comportamiento más solidario, especialmente con aquellos que no pertenecen a nuestra cultura o comunidad.

Teniendo en cuenta lo anterior; ¿Cómo podemos fortalecer o propiciar la empatía en niños, jóvenes y adultos? Las siguientes preguntas pueden ser de utilidad:

  • ¿Escucho activamente y con atención al otro?
  • ¿Soy capaz de comprender lo que el otro siente?
  • Si fuese yo el que se encuentra en la misma situación, ¿Actuaría de la misma manera? ¿Haría algo diferente? ¿Cómo reaccionaría? ¿Qué acciones emprendería?

Y usted que me lee, ¿Le ha resultado sencillo ponerse en el puesto de otro?

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