Las ciencias de la educación se valen de otras ramas del saber para comprender el proceso de aprendizaje; así desde la psicología y la biopsicología se proporcionan las bases teóricas y fisiológicas que explican cómo debe planificarse el currículum y la didáctica en función del sujeto que aprende. Se vale también de la historia y la sociología para profundizar y enaltecer los contenidos en valores y la cultura de la sociedad donde se inserta.
Hasta finales de los 70’s, este proceso se centraba en el maestro que enseña. A comienzo de los 80’s, se comienza a poner el foco en el sujeto que aprende; en otras palabras, al destinatario (estudiante); así se comprende que las personas no aprenden de la misma forma ni de una única manera. Se divulgan nuevas teorías psicológicas que explican que los seres humanos tienen múltiples formas de inteligencia lo cual permite entender la razón por la cual algunos destacan en la música, el deporte, las artes, el razonamiento abstacto, entre otros. Surge entonces la pregunta incómoda, ¿A cuántos el sistema educativo “excluyó” por ser diferentes? ¿Cuántos abandonaron la escuela por sentirse incomprendidos y etiquetados de inútiles? ¿Cuántos maestros “castraron” a sus estudiantes?
Durante el COVID, las estrategias pedagógicas se centraron en actividades on line, con foros de discusión asíncronas y reuniones fijadas durante días y horas determinadas a fin de permitir la participación del grupo en su conjunto. Otros por el contrario, ubicados en países con crisis eléctrica y acceso a internet, lo tuvieron más difícil. Con la irrupción de la Inteligencia Artificial, la gran mayoría de estudiantes (para no generalizar) se limita a redactar sencillos “prompts” a Gemini o ChatGPT para cumplir con las actividades asignadas; sin profundizar, investigar o leer; todo reducido al “corta y pega”.
Como docente universitaria de postgrado, me frustra revisar trabajos con poca profundidad de análisis, sin fuentes ni autores citados, con escasas reflexiones o aportes de interés. Por momentos da la impresión que leo textos elaborados por Gemini; esta última no se queda atrás y me ofrece un resumen del trabajo elaborado por cada estudiante. ¿Se aligera el tiempo para corregir? Indudablemente que si, pero no sería ético ni honesto que haga uso de un resumen elaborado por la tecnología. La Inteligencia Artificial es una herramienta hecha por humanos que puede mostrar “espejismos” o imprecisiones si no se redacta bien la pregunta. ¿Cómo podemos avanzar y ser productivos como sociedad, si no nos preparamos adecuadamente?
En lo que respecta a la educación primaria y secundaria, países como Finlandia, Suecia o Dinamarca, rescatan la escritura a mano, la redacción de cuentos, dibujos y manualidades así como la lectura en voz alta. Resaltan las estrategias que estimulan la reflexión, el pensamento crítico y la resolución de problemas. Se permite hacer uso de la tecnología siempre que sea como un medio para obtener información, pero que debe pasar primero por el filtro del análisis y la discusión previa.
Se hace necesario modernizar el currículum, e incorporar transversalmente el desarrollo del pensamiento lógico a través de la matemática, a fin de estimular la capacidad de analizar, razonar, establecer relaciones, identificar patrones, deducir y resolver problemas de forma estructurada, que tengan aplicabilidad práctica en lo cotidiano y en otras áreas del conocimiento. Los lenguajes de programación requieren dominio de Python, R, Lisp, Java, C++, Julia, Haskell, Prolog; lo que amerita que docentes, estudiantes, pedagógicos y universidades, cambien su predisposición a aprender y enseñar.
Del mismo modo habrá que fortalecer la lectura comprensiva que permita ampliar el vocabulario y la apropiación de palabras que enriquezcan el lenguaje. Correlativamente, desarrollar habilidades en inglés instrumental se hacen imprescindibles.
¿Qué otros aspectos ameritan incorporarse?