Ambos términos parecen iguales; pero entre ellos hay profundas diferencias. En el hogar, resulta fácil ver a los niños jugando con casi cualquier cosa que les proporcione diversión o despierte su imaginación; somos los adultos quienes les enseñamos que el valor de las cosas radica en el precio, en lugar de las intenciones con las que se las damos, el ahorro o esfuerzo que nos costaron, o en el afecto que existe detrás de cada regalo que reciben.
Quizás les enseñamos esto sin la intención de convertirlos en seres materialistas o superfluos; pero también es posible que a través de nuestras actitudes y hábitos de consumo les estemos enseñando que tiene más importancia lo que cuesta más, lo que es más bello o lo que nos de más poder, por eso es importante reflexionar con los niños la diferencia entre el precio y valor de las cosas.
El precio se refiere a la cantidad de dinero que debemos pagar para comprar un producto o servicio; mientras que el valor tiene que ver con los beneficios, utilidad y satisfacción que obtienen las personas por adquirir ese bien o servicio. Sería muy útil inculcarles evitar caer en el consumismo, o pagar más por ofertas engañosas, o estrategias de marketing; de este modo también podríamos contribuir a cambiar la sociedad inculcando en los niños valores como el agradecimiento y generosidad.
Entre las estrategias que podemos conversar con ellos tenemos
- Enseñarles a ser cuidadosos al seleccionar los productos que compramos, y así distinguir el precio del valor de las cosas. No siempre lo más barato es lo mejor, o que lo sea lo más costoso. Aprender a comparar la calidad de los artículos y a elegir el más conveniente será siempre lo mejor.
- Al frenar el consumismo, no sólo tomaremos mejores decisiones a la hora de comprar y aprenderemos a gastar mejor; así le damos un buen ejemplo a los niños: el no convertirnos en compradores compulsivos que ceden al impulso de adquirir algo por moda o porque lo ofrezcan como una oferta tentadora. En este punto es iimportante hacerles entender que las cosas que les compramos llevan el trabajo y esfuerzo de quien las compra; por lo que deben apreciarlas y cuidarlas.
- Ayudarlos a distinguir entre precio y valor ayudará a los niños a considerar y agradecer los obsequios que les hacen, más allá de lo que pudieran haber costado; así le darán valor al esfuerzo de quien se los regala, a valorar la intención y los sentimientos que puso al seleccionar ese objeto para ellos.
Hay que tener presente que resulta contraproducente dar regalos sin medida a los niños; según los estudios que realiza la Universidad de Missouri, EEUU., quienes desde pequeños reciben constantemente cosas sin medida, se convierten en adultos insatisfechos, más propensos a las compras compulsivas y a tener grandes deudas con las tarjetas de crédito. Además, si logramos disminuir o ralentizar el consumismo compulsivo, también ayudaremos al planeta al evitar la acumulación de desechos, contaminación de suelos, mares y océanos. ¿Te apuntas al reto?
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