Es normal aspirar ser exitosos en el campo laboral, a sentirnos satisfechos con lo que hacemos, y que nuestra carrera avance; pero también existen seres que se involucran de manera compulsiva con el trabajo, casi de manera enfermiza, lo cual puede llevar a estas personas a tener dificultades en otros aspectos de su vida, como en la salud y relaciones interpersonales.
No hay que confundir a los que están enfocados y comprometidos con el trabajo con aquellos adictos extremos cuyas conductas o comportamientos no pueden dejar de hacer, a pesar de las consecuencias que les trae en su vida personal. Así surge el término workaholic para describir a la persona adicta al trabajo de manera obsesiva; más allá de dedicarle muchísimas horas diarias/semanales, mantiene una preocupación mental enfermiza con la faena.
Quien lo padece mantiene una gran preocupación u obsesión relacionada con el trabajo, que se traduce en una alta inversión de tiempo y esfuerzo en las actividades laborales, descuidando la salud e inclusive abandonando otras áreas de la vida personal y familiar. El workaholic piensa en el trabajo aún cuando no se encuentra trabajando, y en sus horas libres puede experimentar ansiedad o sentir que lo invade un sentimiento de frustración por no dedicarse a su actividad profesional.
Por todos es sabido que la adicción a las drogas, al juego o alcohol tienen connotación negativa desde el punto de vista social; pero esto no ocurre con la adicción al trabajo ya que inclusive puede estar bien vista; inclusive algunas empresas fomentan este tipo de conductas al propiciar en el propio adicto la imagen de alguien muy responsable y todo un ejemplo de buen trabajador.
Los especialistas en la conducta humana consideran que tal conducta puede tener diversas causas; bien sea la necesidad de ser reconocido permanentemente, por la convicción de disfrutar un mayor prestigio social o alcanzar mayor autoestima, o esconder una realidad interna angustiosa.
Si cientes cansancio extremo, dificultad para dormir o concentrarte, si observas que tus movimientos se tornan bruscos o torpes, que no dedicas tiempo para tu salud, o que no disfrutas de la compañía familiar ni del descanso, consulta con un profesional que pueda ayudarte.