Escribir en ocasiones resulta complejo ya que requiere organizar nuestros pensamientos e ideas para transcribirlos en papel. El proceso comienza desde comenzamos a leer. ¿Recuerdan los dictados que hacíamos en los primeros grados de escolaridad? Organizar unas palabras o pequeñas frases, pensar la palabra y las letras que la componen para luego copiarlas… Todo un desafío para los niños.
En la escuela instan a los pequeños a escribir cuentos; si supieran todo el potencial, imaginación y creatividad que pueden despertar, lo harían más a menudo. A lo largo de nuestra vida estudiantil nos mantenemos escribiendo; pero cuando culminamos la formación académica, rara vez volvemos a ejercitar la escritura y lo olvidamos rápidamente.
Escribir para medios, redes sociales, investigación, literatura o trabajos académicos, requiere cumplir una serie de formalidades que exigen adecuar nuestro discurso al público según se trate. No es lo mismo redactar para niños que para la Universidad; en todo caso hagamos el ejercicio de dejar aportes que enriquezcan a quienes nos leen, los impulsen a ampliar información, promuevan el respeto, la sana convivencia, la lectura, el buen uso del lenguaje y contribuyan con un mundo mejor.
Escribir también es terapéutico cuando lo hago privadamente al plasmar sentimientos y emociones, vivencias y desavenencias, donde también es válido compartirlos con otras personas que puedan identificarse con lo que allí se narra, una especie de diario personal.
¿Qué te gustaría escribir?