¿Para qué un proyecto de vida?

“Las estrellas están encendidas para que cada quien pueda reconocer la suya”

El Principito

Los seres vivos desde que nacen, tienen necesidades que deben que ser satisfechas para garantizar su supervivencia; el ser humano no escapa de esta realidad. Desde los primeros días de vida, el bebé por sí solo no es capaz de hacerlo sin ayuda de la madre (o de la familia, según sea el caso); a medida que crece y hasta llegar a la adultez, buscará empleo, será capaz de trabajar, cultivar, realizar diversas ocupaciones u oficios que cubran las necesidades de vivienda, vestido, alimentación, para sí mismo o su prole.

En nosotros existen necesidades que emergen una vez satisfechas las necesidades básicas cuando por ejemplo establecemos vínculos afectivos con otras personas, ser parte de una comunidad, o formar una familia, valorarnos a nosotros mismos, reconocer a otros y que nos reconozcan. En este sentido, en la obra “Pirámide de las necesidades humanas”, Maslow señala que en un nivel más alto, tenemos necesidades de autorrealización y las del desarrollo de las necesidades internas; aquí encontramos el desarrollo espiritual, la búsqueda de un propósito o misión de vida, el altruismo, ayudar a los demás, entre otros.

Estas necesidades tienen que ver con objetivos abstractos, por lo que cada persona según su entorno, edad, sexo y experiencias de vida, tendrá necesidades de autorrealización diferentes y personalizadas (valga la redundancia); en consecuencia, luchar por los propios sueños es algo que todos nosotros debemos hacer independientemente de la edad que tengamos en un determinado momento.

Siempre hay cosas por hacer y descubrir, precisar aquellas actividades que nos dan satisfacción y nos hacen sentir bien es el primer paso para definir lo que le da sentido a nuestra vida; es decir, lo que nos hace sentirnos a gusto y realizados. Ir en busca de la propia felicidad es vital para sentirnos llenos en la vida.

Igual que en El Principito, todos buscamos algo que nos pertenece o anhelamos en la bóveda celeste, en donde volcamos nuestros deseos, proyectos y aspiraciones. Tú que me lees, ¿Identificaste tu estrella?

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