Recientemente por una nota de prensa, se hizo público lo que le ocurrió a Tommaso (un chico ciego, sordo, con una condición cognitiva compleja) y a su madre al querer pasar vacaciones en un hotel de Trentino, Italia. Al hacer la reservación para la cena, no señalaron la condición del joven puesto que no era un requisito hacerlo. Al poco tiempo de haber llegado, el personal del hotel le manifiesta con cordialidad, que deben retirarse porque están molestando a los demás clientes.
El artículo no menciona que pudo haber hecho Tommaso para causar tanta incomodidad en el entorno, al extremo de llegar a quejarse; y al hotel que haciendo caso omiso de la prohibición de discriminación por razones de género, condición, económica, orientación sexual, entre otras, “invita” a Tommaso y a su madre a abandonar el recinto.
En Venezuela como en otros paises, se han adecuado salas de cine especialmente acondicionadas para personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) y Síndrome de Down, garantizando el disfrute junto a sus familias, mostrando que la iniciativa de las organizaciones que los atienden dan frutos, garantizando el sano esparcimiento para el grupo familiar.
Un poco de empatía, tolerancia y solidaridad no causan daño a nadie. ¿Que tal si somos nosotros quienes nos encontramos en esa situación? Ponernos en el lugar del otro nos abre otra perspectiva de las circunstancias; porque lo que puede pasarle a una persona, me puede ocurrir a mi. Es trascender la norma escrita; entender el porqué se establece, y formar en derechos humanos al personal que labora en servicios.