La violencia sexual como crimen de lesa humanidad.

La violencia sexual en sus diversas formas (violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, entre otras), puede ser considerada como un crimen de lesa humanidad, cuando se produce como parte de un ataque generalizado y sistemático contra la población civil. En estas dolorosas circunstancias, el perpetrador tiene plano conocimiento de que su acción forma parte de dicho ataque. No se trata de un acto aislado; sino que forma parte de una práctica deliberada dirigida contra un determinado grupo de personas.

Cuando la violencia sexual ocurre dentro de un conflicto armado; puede constituir además un crimen de guerra, en este caso, se considera una grave violación del Derecho Internacional Humanitario. La Corte Penal Internacional (CPI) a través del Estatuto de Roma, ha reconocido la violencia sexual como un crimen de lesa humanidad y un crimen de guerra, alcanzando un avance en la lucha contra la impunidad de estos crímenes; ya que anteriormente se consideraba como un daño colateral e inevitable en los conflictos.

La violencia sexual puede intensificarse y estar relacionada con otras violaciones de los derechos humanos como la tortura, asesinatos, genocidio, y el reclutamiento forzoso de niños. Inclusive resulta factible que como consecuencia, surja el sexo transaccional y la trata de personas con fines de explotación sexual. En tiempos de guerra las mujeres y niñas son tratadas como “botín”. Así, la violación es usada como una estrategia de terror y forma de tortura.

Las consecuencias físicas y mentales de estas agresiones resultan imborrables. Estos ataques pueden ser considerados como parte de una limpieza étnica; tal como ocurrió en la ex-Yugoeslavia durante los 90’s.

Estos condenables actos persiguen a las víctimas por las consecuencias que acarrean a la salud física y mental: daños irreparables a los órganos reproductivos, complicaciones infecciosas por HIV, hepatitis, infecciones recurrentes del tracto urinario, abrasiones, lesiones, e inclusive amputaciones, depresión, ansiedad, estrés postraumático, hasta consumo de sustancias.

Recientemente se ha recopilado en Tigray (Etiopía) casos de violencia sexual como genocidio. Uno de los casos más sonados, ocurrió en 2020 cuando una mujer siete días después de dar a luz a gemelos, fue violada por siete agresores durante cuatro días. En el 2023 pudo ser atendida en un centro integral por presentar dolor abdominal persistente y flujo fétido.

Durante la revisión, los médicos hallaron abundante secreción en el cuello uterino y cuerpos extraños visibles: ocho tornillos metálicos, escombros, tierra, y una nota envuelta en plástico “Nos aseguraremos de que las mujeres de Tigray no puedan tener hijos”.

¿Ha aprendido algo la humanidad?

*Tomado de Silvia Laboreo @elpais

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