Estudios recientes han confirmado lo que se venía discutiendo hace décadas; el ejercicio físico es fundamental para mantener una buena salud. La actividad física regular ayuda a prevenir las enfermedades crónicas, mejora el estado de ánimo, controla el peso corporal, y fortalece el sistema óseo-muscular, mejora el sueño, reduce el riesgo de contraer enfermedades cardíacas, diabetes tipo 2, y algunos tipos de cáncer.
Hacer ejercicios o practicar deportes a cualquier edad (inclusive adultos mayores de 65 años) mejora la salud física y mental. Ciertas personas de acuerdo a su constitución física (altura, peso, masa corporal) cuentan con habilidades y destrezas que los hace destacar más en un deporte que en otro. Así encontramos a quienes sobresalen en natación, fútbol, béisbol, basket, atletismo, gimnasia, alterofilia, por citar algunos casos.
Con entrenamiento regular y constante, acompañado de una sana alimentación, y buenos hábitos de sueño, es posible aumentar la fuerza y la resistencia física del atleta. Ahora bien; hay que tener en cuenta las limitaciones propias de nuestro organismo ya que por la diversidad que nos caracteriza, todos los seres humanos no somos iguales ni “rendimos” de la misma manera.
Las redes sociales han “popularizado” ciertas disciplinas que exigen un compromiso físico y emocional extremo que requieren dietas estrictas, entrenamiento diario sin descanso, suplementación controlada, y un nivel de estrés corporal que muy pocos se encuentran en condiciones de sostener, le han costado la vida a muchos atletas de élite.
Tanto el ejercicio físico como la práctica deportiva, exige responsabilidad no sólo con la familia, el equipo y los contendores; sino tambien con nosotros mismos. Urge que reconozcamos nuestros límites y sepamos hasta donde podemos llegar a fin de evitar poner en riesgo el mayor valor que tenemos: la vida e integridad física.