En mi último viaje a Europa, presencié múltiples situaciones que me perturbaron mucho por lo que decidí dejar pasar unos días y tomar distancia para así encuadrar los hechos con otra perspectiva.
La migración tiene origen multifactorial, la globalización, los medios de comunicación han “idealizado” una especie de progreso del cual muchos quieren formar parte y no quieren perdérselo, inclusive esta situación se observa dentro de los países en desarrollo entre los más pujantes y los menos dinámicos.
Los migrantes deben enfrentar el odio y agresiones xenófobas inducidos por la desinformación y estigmatización. Los medios de comunicación y redes sociales tienen una cuota de responsabilidad al exponer públicamente una etnia, nacionalidad u origen, o creencias religiosas atribuyéndoles delitos sin verificar previamente el origen o veracidad de la información, dejándoles solos ante el escarnio público sin posibilidad de defenderse.
Independientemente de los motivos que los impulsan a salir, los desplazados y migrantes se encuentran entre los grupos más vulnerables y marginalizados de la sociedad, expuestos al abuso, explotación e inclusive trata de personas, con limitado acceso a la salud, educación, o documentos que garanticen su legalidad. Muchos trabajadores migrantes obtienen trabajos temporales, informales y sin protección, exponiéndolos a un mayor riesgo de despidos, inseguridad y accidentes laborales. Ni hablar de quienes se lucran “traficando” personas a través de rutas inseguras y peligrosas que ponen en riesgo vidas humanas.
Me entristecí cuando me pidieron no hablar en el taxi para que no escucharan mi acento; o cuando en un café nos acusaron de “racistas”, o cuando te cierran la cuenta bancaria por tu lugar de nacimiento (aunque tengas nacionalidad europea), o cuando no te renuevan el contrato de alquiler. Nací, crecí y viví en AltaVista la pequeña europa, un barrio de inmigrantes de la Europa del Este, y siendo venezolana, de padres y abuelos venezolanos, jamás me sentí discriminada. Tampoco viví en una burbuja; inseguridad había como en cualquier lugar del planeta.
Venezuela no sólo acogió a judíos y eslavos; también recibió a los españoles que huían de la dictadura franquista, portugueses, italianos, chinos, del medio oriente; luego vinieron los desplazados del conflicto colombiano, los que huían de la dictadura de Chile, Paraguay, Uruguay, Argentina, y quienes aspiraban una mejor calidad de vida como peruanos y ecuatorianos. ¡Qué lejos y olvidado quedó eso!
Ahora bien, ¿Cómo asumir los retos de movilidad humana sin vulnerar los derechos humanos ni la soberanía de los Estados?