Monosílabo que según el contexto; puede tener más de un significado. Desde la capital de un país, el nombre propio de una dama, hasta la ausencia de conflictos y guerras. Hay quienes entienden la paz como el ejercicio unidireccional de la autoridad; algunos como sinónimo de orden, y otros como forma de desentenderse de los problemas. Aquí abordaremos la paz desde la perspectiva del respeto.
Como se explicaba antes, la paz no es sólo ausencia de controversias; sino que implica la existencia de relaciones justas, equitativas, libres de violencia o coacción, que sólo puede lograrse mediante el respeto a la diversidad de pensamientos, culturas, creencias religiosas y formas de vida. En consecuencia, la paz se construye con el reconocimiento de las diferencias personales, derechos, y formas de vida, como pilares fundamentales del respeto mutuo.
La paz y el respeto viajan juntas en doble sentido; está muy bien respetar al otro en sus creencias y opiniones, así como también exigir el mismo respeto por nuestras ideas. La verdad no es única y cada quien tiene su propia perspectiva de ver y analizar las cosas. En muchos casos las vivencias anteriores filtran la forma en que interpretamos o reinterpretamos las nuevas experiencias; lo que no es válido es permitir que el otro siempre tenga la razón, y que en aras de mantener la “paz” finja estar de acuerdo en todo, ahogando mis sentimientos, planes y proyectos, sea con la pareja, en el trabajo, con mi círculo de amigos, vecinos o comunidad.
La paz no implica desaparecer (de ninguna manera); la paz empieza con el respeto conmigo misma. Reconocer que la paz no es una cuerda elástica que cualquiera tira a donde quiere. Es saber imponer límites infranqueables a quienes atenten contra mi integridad física, mental y espiritual; precisar las fronteras donde no estoy dispuesta a seguir cediendo tiempo ni espacio en mi vida en aquellos que no lo aprecian ni valoran.
Mi ser interior valora e interpreta al mundo exterior; la paz interior se refleja la armonía interior, en lo que pienso, digo y actúo. En lLevar una vida congruente con mis valores y principios. Estar en paz con nosotros mismos, en no tener que ocultarnos por nuestros actos y opiniones; en tener un techo para cobijarme y posar mi cabeza en la almohada en paz, sin deberle nada a nadie. En vivir agradecida con lo que he vivido y alcanzado; con la familia y gente que Dios ha puesto en mi camino. En lo que he aprendido.
En la antigua Grecia, los filósofos hablaban de ataraxia concebida como la paz interior exenta de sentimientos negativos como la ira o el odio; es decir, el estado interior positivo deseado tanto para uno mismo como para con los demás, hasta el punto de convertirse en un propósito o meta de vida.
¡Que no perturben tu paz!