Cada vez se hace más frecuente el desplazamiento de personas por todo el mundo. Algunos son atraídos por el clima, vegetación, riqueza ambiental, cultura, estudios. Otros en cambio, lo hacen en contra de su voluntad, o empujados prácticamente por conflictos violentos que ponen en riesgo la salud y bienestar de sí mismos y del grupo familiar.
La dinámica social cambia según el período histórico y el país del que se trate. Para el que se va, no resulta sencillo dejar a su familia (si fuera el caso), costumbres, hogar, bienes materiales, por buscar un futuro mejor. Según su situación económica, las personas enfrentarán la migración de diferentes maneras. Algunos con los ahorros y formación académica que hayan capitalizado. Otros serán víctimas de seres inescrupulosos que viven del tráfico ilegal de seres humanos.
Muchos migrantes, los más preparados, hacen sus mejores esfuerzos para integrarse a los países que los acogen. En cambio, quienes solo cuentan con su propia mano de obra barata, tratarán de sobrevivir en las grandes ciudades practicando el mercado informal huyendo de la policía, o ejerciendo actividades al margen de la ley.
Los Estados Miembros de las Naciones Unidas y las diversas organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales, dedican esfuerzos para compartir y difundir información relativa a los derechos humanos y libertades fundamentales de los migrantes, para intercambiar experiencias y diseñar acciones que garanticen su protección.
En este sentido, la UNESCO hace hincapié en el rostro humano de la migración, abordando las implicaciones del movimiento de personas dentro de sus campos de competencia, e incorporando firmemente sus intervenciones en un marco de respeto de los Derechos Humanos.
En consecuencia, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclama el 18 de diciembre como el día para celebrar el papel del migrante y la contribución que esta aporta al desarrollo.