El 5 de Octubre de 1966, entre la UNESCO y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se firmó la primera “Conferencia Intergubernamental Especial sobre el estado de los docentes” a nivel mundial, no sólo para rendir un homenaje, sino con el objetivo fundamental de reconocer la labor docente como motor fundamental de transformación de los ciudadanos para las sociedades futuras y desarrollo de los países.
En ciertas culturas, los docentes gozan de alta estima entre los miembros de la comunidad; otros por el contrario son menospreciados y subvalorados tanto en lo personal como en el ejercicio profesional. En los países con bajo PIB las bajas remuneraciones alejan a quienes tienen inclinación por la enseñanza; sin contar con la influencia de las redes sociales, tutoriales de YouTube, o Inteligencia Artificial.
Durante la pandemia de Covid, la mayoría de los países estableció como estrategia pedagógica la entrega de tareas semanales y trabajos escritos con asesorías por WhatsApp o reuniones vía Zoom; mientras que otros atravesaron el distanciamiento social sin teléfonos inteligentes, energía eléctrica, computador personal, o sin un adulto que orientara a niños y jóvenes en la ejecución de actividades, hasta planteles sin personal docente tanto en primaria como secundaria. Esta situación profundizó la brecha educativa entre los sectores económicos de mayores y menores ingresos.
No hay que engañarse; muchos estudiantes se especializaron en corte y pega de Wikipedia o Significados.com, por nombrar algunos; surge entonces la pregunta obligatoria, ¿Aprendieron algo? ¿Leyeron o hicieron copy-paste? ¿Supieron identificar las ideas principales? ¿Qué estrategias empleó el docente para promover la lectura? ¿Cómo saber si la actividad la realizó un estudiante y no otra persona? ¿Se promovió el aprendizaje mecánico y memorístico, carente de interés o utilidad para el estudiante?
A nivel superior se evidencia la deficiente preparación de quienes ingresan. Es necesario rescatar la profesión docente del ostracismo e indiferencia social; hace falta volver a enamorar a los jóvenes para el ejercicio docente, y rescatar el respeto de la sociedad a maestros y profesores, reconociéndoles condiciones que les permitan vivir dignamente. La transformación de las sociedades comienza con la educación; los docentes son imprescindibles para alcanzarlo.
La escuela y el docente sólos por si mismos no pueden hacerlo, sin la participación de la sociedad. En el próximo post, el currículum oculto.