Despedidas y duelos

Todas las personas desde pequeñas, experimentamos pérdidas a lo largo de la vida. Cualquier objeto de apego produce un duelo, aunque la intensidad y las características pueden variar en función del grado de vinculación emocional que exista con un objeto, un bien, empleo, vecindario, amigos, familia o pareja sentimental. El duelo es un proceso personal que depende de la propia naturaleza de la pérdida y las historias previas de cada quien.

La mayoría de las veces asociamos el duelo con la muerte; pero también las pérdidas pueden ser de distinta naturaleza, por ejemplo por procesos de enfermedad o de merma funcional entre otros. En estos casos existen estrategias y terapias que permiten ir gestionando gradualmente las pérdidas.

Los migrantes enfrentan un proceso de duelo que puede durar años. Dejar su hogar, su familia, sus amigos, por buscar nuevos horizontes y cambios de estatus profesional no resulta nada sencillo. La mayoría de las veces son víctimas fáciles de personas inescrupulosas mercaderes de la necesidad humana.

Las despedidas se viven en ambas direcciones, quien se va y quien se queda. No es fácil despedir a un ser muy querido, pero por el simple hecho de saber que estará en un lugar seguro y bien, con un mejor futuro, con grandes posibilidades de crecer personal y profesionalmente, hace que la despedida sea menos dolorosa.

Quien regresa después de haber estado muchos años fuera, observa y valora la realidad que dejó con otra perspectiva. Encuentra muchas cosas diferentes, algunas mejores y otras no tanto. El encuentro con el ser querido genera muchas expectativas en ambas partes. La distancia y el tiempo pueden causar que se debiliten los lazos afectivos; por eso es tan importante mantener el contacto siempre.

En estos casos, los teléfonos digitales y las computadoras han sido los grandes aliados para comunicarnos con quienes se encuentran lejos.

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¿Qué valoras más, las palabras o las acciones de las personas?

¿Te ha pasado que la familia o ciertos amigos te reprochen por algo que haces, y que también terminan haciendo ellos? ¿Qué opinión te merece un padre que le dice al hijo “no fumes” mientras sostiene un cigarrillo en la mano? Cuando nuestras acciones van en sentido contrario a nuestras palabras, decimos que es falta de congruencia.

En el campo laboral, familiar, o social, puede ocurrir que nos sintamos incómodos con lo que escuchamos, no porque el lenguaje o el tema sean desconocidos; sino porque existe algo en el discurso que “no nos termina de convencer”. ¿Son las palabras? ¿Es la posición? ¿Será porque dicen algo con palabras, pero a la vez expresan algo diferente con su actitud?

En el liderazgo, y específicamente cuando hablamos de la construcción de una cultura organizacional sólida; resulta fundamental el rol del líder congruente cuyas acciones y palabras se encuentren alineadas en el mismo sentido, que fomente la motivación, el trabajo en equipo, y el compromiso de los colaboradores.

El liderazgo va muy de la mano con la figura de respeto, autoridad y la toma de decisiones. La credibilidad necesita de confianza; un líder puede compartir al equipo un mensaje totalmente veraz, pero sus subalternos pueden llegar al extremo de no creerle ya que la distancia entre lo que dice y lo que hace es diametralmente opuesta.

En el hogar la disciplina respetuosa es fundamental; los niños son los primeros en identificar el abismo que existe entre lo que decimos y hacemos. Nuestras acciones y discurso deben ser cónsonos y estar en perfecta sintonía. Las palabras sin obras no convencen. En el campo del amor, sea de amistades, pareja o vínculo filial, lo tenemos más que comprobado.

 

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La empatía y las relaciones sociales

Sabemos que cuando los seres vivos nacen, la madre se ocupa de proveerles el sustento hasta que son capaces de valerse por sí mismos; así lo vemos en el reino animal. Los seres humanos no somos ajenos a esa realidad. La madre establece un vínculo emocional y afectivo con el hijo recién nacido, siendo capaz de comprender si tiene hambre, frío, sueño, calor, o sed. Por el tono de voz, gestos, o por su silencio, por ejemplo, es capaz de entender si a su hijo le preocupa algo. Sin embargo; en la mayoría de los casos, los adultos o padres, no le enseñan a sus hijos el proceso inverso; es decir, a ponerse en el lugar del otro, y a reconocer lo que le pasa.

Se conoce como empatía, a la capacidad de comprender los sentimientos de los demás; de poder apreciar las cosas desde la mirada del otro en lugar de nuestra propia perspectiva. Fortalecerla nos permite interactuar y mantener relaciones sociales, familiares y profesionales sinceras, facilita el desarrollo de la conciencia de uno mismo, además de contribuir con un mundo equitativo y pacífico. Sin empatía no sería posible la compasión, ya que la última implica la percepción y la compenetración con el sufrimiento del otro, donde surge el deseo y la acción de aliviar, reducir o eliminar la situación dolorosa.

¿Resulta importante promover la empatía? Claro que si por múltiples razones; ya que enseña a niños y niñas a tomar decisiones responsables al tener en cuenta a su familia, amistades, o comunidad; para mantener el bienestar y la salud física y mental; porque facilita la sana comunicación en las relaciones sociales y laborales; contribuye a generar conciencia social al reducir los prejuicios, el acoso y el racismo; y por último, porque nos permite comprender el estado de ánimo de las demás personas, propiciando un comportamiento más solidario, especialmente con aquellos que no pertenecen a nuestra cultura o comunidad.

Teniendo en cuenta lo anterior; ¿Cómo podemos fortalecer o propiciar la empatía en niños, jóvenes y adultos? Las siguientes preguntas pueden ser de utilidad:

  • ¿Escucho activamente y con atención al otro?
  • ¿Soy capaz de comprender lo que el otro siente?
  • Si fuese yo el que se encuentra en la misma situación, ¿Actuaría de la misma manera? ¿Haría algo diferente? ¿Cómo reaccionaría? ¿Qué acciones emprendería?

Y usted que me lee, ¿Le ha resultado sencillo ponerse en el puesto de otro?

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¿Cómo gestionar la tristeza?

Decíamos en el post anterior, que la tristeza así como el resto de las emociones, pueden variar en los seres humanos dependiendo de factores de carácter personal y medioambiental. Es natural que todos podamos sentirnos tristes de vez en cuando; pero cuando los estados de tristeza se vuelven demasiado intensos y duraderos, pueden llevar al sujeto al borde de una crisis de ansiedad o a presentar trastornos del estado de ánimo como la depresión.

Sin ánimo de proponer “recetas” o “fórmulas mágicas”, a continuación encontrarás una serie de propuestas orientadas al manejo de la tristeza en la vida diaria:

  • Identifica la emoción que te embarga: Con frecuencia experimentamos emociones que se tornan confusas por lo que debemos identificar cómo nos estamos sintiendo en determinado momento, a fin de diferenciar si es rabia, tristeza o frustración.
  • Identifica la causa o el motivo de la emoción: Si ya identificaste que es la tristeza lo que te agobia, lo que tienes que hallar es el origen o lo que desencadena la tristeza. Plantéate preguntas que desentrañen las causas; ¿Qué estoy evadiendo? ¿Qué es exactamente lo que me molesta? ¿Qué me hace sentir mal? ¿Verdaderamente estoy haciendo lo que me gusta? Aquí es importante ser honesto consigo.
  • Lleva un registro: La intensidad con la que experimentamos tristeza, puede ayudarnos a determinar si se trata de un asunto que podemos considerar dentro de la normalidad, o si por el contrario se está convirtiendo en un problema; por eso es importante estar atento a cuántas veces o con qué frecuencia nos sentimos tristes o desanimados. Si se trata de estados esporádicos podemos intentar solucionar la causa de la tristeza; pero si el sentimiento se mantiene durante muchos días seguidos podría tratarse de un problema del estado de ánimo (en este caso lo mejor es buscar ayuda profesional).
  • Determina el grado de tolerancia de la tristeza: Lo normal es que seamos capaces de tolerar cierto grado de tristeza o frustración a lo largo de la vida. Si la emoción que se experimenta es menos intensa, la persona será capaz de restablecer su estabilidad emocional usando sus propios medios de forma adecuada.
  • La tristeza es un estado de ánimo pasajero: Eventualmente nos sentiremos mejor; recuerda que la manera en que percibimos las emociones determina cómo estas nos afectan. Si nos empeñamos en ver todo lo que nos pasa como triste y desagradable, probablemente viviremos sumergidos en ese estado de ánimo negativo.
  • La tristeza es un poderoso agente de cambio: La mayoría de las personas considera como negativa a la tristeza por lo que hay que evitarla; sin embargo; tambiénpuede convertirse en un poderoso agente de cambio en determinadas situaciones. Por ejemplo, si atravesamos una ruptura amorosa, lo normal es experimentar tristeza y desasosiego; tras un tiempo la tristeza se habrá ido y en nosotros quedará un sentimiento de calma y paz, capaces de mirar el pasado de forma objetiva y serena, convirtiéndonos en seres más fuertes que antes de pasar por esa experiencia.
  • Encuentra el antídoto a la tristeza: No existen fórmulas mágicas que nos hagan sentir mejor de un momento para otro. Retomar un pasatiempo y disfrutar haciéndolo, puede ser una forma de combatir la tristeza y reemplazarlo poruno de goce personal.
  • Asiste a terapia: Si siguiendo las recomendaciones anteriores no has conseguido disminuir las emociones negativas de tristeza; lo mejor es que asistas con un profesional de la salud mental psicólogo o psiquiatra, a fin de evaluarte adecuadamente y ofrecer tratamiento.

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¿Cómo gestionar la tristeza?

Los seres humanos al nacer, están dotados de sentimientos y emociones mediante los cuales expresamos estados de ánimo; es sano y natural experimentarlas, reconocerlas, aceptarlas y gestionarlas. Las emociones nos ayudan a tomar decisiones y adaptarnos a la realidad, ya sea positiva o negativa. En esta oportunidad abordaremos la tristeza y cómo puede afectar nuestra calidad de vida.

Son muchas las situaciones que vivimos día tras día; algunas alegres, otras dolorosas que pueden llegar a causar estragos en nuestra salud. La tristeza es una emoción primaria que se caracteriza por los estados de angustia, malestar y melancolía que experimenta una persona cuando se halla frente a alguna situación desagradable.

La tristeza igual que el resto de las emociones, puede variar en cuanto a la intensidad dependiendo de una serie de factores personales y medio ambientales. Es normal que en alguna oportunidad, nos hallamos sentido tristes de vez en cuando; el problema estriba cuando los estados de tristeza que atraviesa una persona, se vuelvan demasiado intensos y duraderos, pudiendo llevarla al borde de una crisis de ansiedad o trastornos del estado del ánimo como la depresión.

Cuando la tristeza irrumpe en nuestra vida, genera un malestar que intentamos ignorar o eliminar; pero también se convierte en un mensaje útil para nuestro equilibrio psíquico. Esta emoción nos permite superar pérdidas, desilusiones y fracasos; además facilita establecer distancias con las situaciones dolorosas para impulsar la interiorización y cicatrización del dolor generado por ella. Del mismo modo sentir tristeza nos ayuda a empatizar con la tristeza de otros y así crear redes de apoyo.

En otras palabras; la tristeza es una emoción útil aunque dolorosa, puesto que es el punto de inicio del proceso de aceptación de una realidad que nos daña. En el próximo post, abordaremos cómo reconocer a la tristeza y enfrentarla. Y tú; ¿Cómo la has gestionado?

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7 claves para vencer la procrastinación

En el post anterior decíamos que procrastinar es la acción o el hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras más irrelevantes o agradables, trayendo consecuencias desfavorables en nuestro desempeño, así como la irreparable pérdida de tiempo útil y valioso. Sin embargo; podemos cambiar favorablemente esta situación siguiendo unas sencillas recomendaciones:

  • Identifica los distractores y elimínalos: Identifica todos aquellos elementos que en un momento determinado puedan distraerte o alejarte de tus ocupaciones, luego aléjalos o colócalos fuera de tu vista.
  • Divide la tareas en partes que sean manejables: Elabora un esquema de pequeños pasos que te lleven a la consecución de la meta final; responde a las preguntas, ¿Qué es lo primero que tengo que hacer para abordar el tema? ¿Y después? ¿Qué viene a continuación? ¿Cómo lo termino?
  • Rompe la barrera del primer minuto: Lo más difícil es comenzar a actuar; es decir, vencer el momento antes de empezar. Si logras hacerlo tendrás la mitad del trabajo hecho, ya que pasados los primeros 5 minutos el cerebro te ayudará ya que generará la ansiedad necesaria para culminar la tarea que has iniciado.
  • Evita los argumentos autopermisivos: Si decimos por ejemplo “no pasa nada por un día que me retrase”, “tengo tiempo“; o “son sólo 5 minutos de Instagram”; o “comienzo mañana”, estaremos justificando la procrastinación. Simplemente hazlo ya.
  • Prémiate por haber hecho la tarea: Si asociamos una tarea que nos resulta larga y tediosa con algo agradable como una recompensa, elevará la motivación.
  • Realiza breves descansos al concluir cada una de las tareas parciales: Cuando haces pequeños recesos, verás como recuperas energía física y mental. El cansancio es un factor que potencia el desinterés y reduce la capacidad de esfuerzo. Resulta vital establecer pequeños períodos de desconexión y descanso de la actividad.
  • Comunica tus decisiones: El compromiso es más difícil de incumplir si existe una resolución pública; por lo tanto hazle saber a las personas que has decidido actuar de determinada forma. De este modo harás todo lo posible por cumplir tu palabra.

Estos tips son apenas algunas estrategias que puedes implementar para vencer la procrastinación. No siempre son sencillas de implementar ya que en ocasiones detrás de esa postergación, se esconde el miedo al fracaso o el exceso de perfección. Y a tí, ¿Qué te anima?

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¿Eres un procrastinador?

Imaginemos que tienes que ponerte a estudiar o realizar un informe que te han pedido. En ese momento te asalta un pensamiento que te dice “tengo sed, primero beberé agua”; seguidamente escuchas un ruido que viene de la calle y te asomas a la ventana; observas a los vecinos y a los niños jugar. Te apetece preparar un bocadillo, regresas a la cocina. Finalmente te sientas a trabajar y te percatas que dejaste los apuntes en el instituto; vuelves a la ventana y decides salir a dar una vuelta. Pasan dos horas, y el tiempo que tenías para realizar esa tarea se ha agotado. Comienzas a preocuparte por el tiempo perdido, entra en juego el complejo de culpa, te estresas, lo que te hace menos productivo y eficiente. La historia se repite a diario. Sin proponértelo, has incurrido en la procrastinación.

La RAE la define como el acto de diferir o aplazar algo; en otras palabras, no es más que la acción o el hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse , sustituyéndolas por otras situaciones menos estresantes y agradables. De lo anterior podemos deducir, que las tareas más susceptibles de ser postergadas son aquellas que no nos divierten, o cuya ejecución no sea obligatoria en el mismo momento. La procrastinación se convierte en uno de los ladrones de tiempo útil con el que tenemos que lidiar en la cotidianidad.

Cuando procrastinamos, posponemos las cosas para un futuro indeterminado, en el cual creemos que tenemos suficiente tiempo para realizar los asuntos pendientes. Todos en algún momento de nuestra vida, hemos dejado para después la entrega de formularios o papeleos, o la entrega de un trabajo para última hora, o sencillamente tomar una decisión hasta no tener más alternativas.

Procrastinamos por diversos motivos; estrés, miedo al fracaso, ansiedad, impaciencia, perfeccionismo, o por estar saturados de responsabilidades. Lo importante en este caso es reflexionar hasta qué punto jerarquizamos nuestros deberes de la manera adecuada sin descuidar lo importante por lo urgente.

Lo bueno es que a pesar de todas las “razones” o excusas que tenemos para postergar, podemos vencer la procrastinación incorporando en nuestra rutina pequeñas acciones sencillas y prácticas que se desarrollarán en el siguiente post. Y tú, ¿Qué cosas dejas para después y por qué?

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La escucha honesta y sincera

Hoy en día hablamos mucho y escuchamos muy poco; escuchar no es lo mismo que oír. Cuando conversamos con alguien, bien sea algún funcionario público, o el trabajador de un local, con nuestros amigos, pareja o familiares, queremos que nos presten atención, que nos miren a los ojos, que sean capaces de seguir el diálogo que entablamos con ellos.

Si en esos momento el interlocutor revisa su teléfono móvil o ni siquiera nos mira a los ojos, rápidamente deducimos que no nos presta atención ni le interesa lo que decimos. Si se trata de un funcionario público, pocas probabilidades de éxito tendré al plantearle una consulta o hacer un requerimiento; si es el caso de nuestra pareja, ese desinterés evidenciará una fractura en la relación que pudiera desencadenar pronto la separación temporal o definitiva.

Los terapistas o quienes se dedican al coaching, plantean que la escucha la realizamos en tres niveles. La primera es muy superficial, donde no escucho; sólo oigo mis pensamientos. Aquí el interlocutor conversa, pero mantiene su propio diálogo interno. En algunas ocasiones te deja hablar o no, el sonido llega a las orejas pero no lo “decodifico”; en otras palabras, no le presto atención.

En la segunda forma me escucho; presto atención a ciertas ideas del interlocutor, pero sólo en parte ya que cada una de ellas genera en la persona un torrente de pensamientos que lo lleven a sumergirse en su propio mundo interior (una especie de introspección). En otras palabras, estoy pendiente de mi propia conversación interna, en vez de lo que cuenta el interlocutor. Aquí hay que estar pendientes de no perder el foco, ya que en muchas ocasiones no escuchamos lo que nos dicen sino lo que queremos oir.

En la tercera forma te escucho; el mensaje y las palabras del interlocutor son importantes, por eso hago el esfuerzo por comprenderlas y seguirlas. Me explico, elijo “esfuerzo” porque mi conversación interior intentará surgir y distraerme para no escuchar al otro, por lo que debo estar atento cada vez que esto suceda y centrarme en el interlocutor. En este nivel existen dos zonas:

  • Escucha activa: Presto atención a los hechos y datos, profundizo en los detalles y todo lo que me quiere contar; pregunto y repregunto con mis propias palabras para saber si comprendí el mensaje del otro.
  • Escucha empática: Además de prestar atención a los datos y hechos narrados, presto atención a las emociones del interlocutor, al lenguaje no verbal, tus valores; intento ir más allá de lo que me cuenta.

En otras palabras; cuando hablamos con alguien, esperamos que nos miren a los ojos, que nos haga preguntas relacionadas con lo que estoy contando, que intervenga para reconducir la historia. La escucha activa no es más que participar e involucrarnos en el tema, ponernos en los zapatos del interlocutor, interesarnos por comprender lo que nos está contando, y de ser el caso, dar nuestra opinión respetuosa si nos la pide. Escuchar es un acto de amor.

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¿Qué es más importante, el precio o el valor de las cosas?

Ambos términos parecen iguales; pero entre ellos hay profundas diferencias. En el hogar, resulta fácil ver a los niños jugando con casi cualquier cosa que les proporcione diversión o despierte su imaginación; somos los adultos quienes les enseñamos que el valor de las cosas radica en el precio, en lugar de las intenciones con las que se las damos, el ahorro o esfuerzo que nos costaron, o en el afecto que existe detrás de cada regalo que reciben.

Quizás les enseñamos esto sin la intención de convertirlos en seres materialistas o superfluos; pero también es posible que a través de nuestras actitudes y hábitos de consumo les estemos enseñando que tiene más importancia lo que cuesta más, lo que es más bello o lo que nos de más poder, por eso es importante reflexionar con los niños la diferencia entre el precio y valor de las cosas.

El precio se refiere a la cantidad de dinero que debemos pagar para comprar un producto o servicio; mientras que el valor tiene que ver con los beneficios, utilidad y satisfacción que obtienen las personas por adquirir ese bien o servicio. Sería muy útil inculcarles evitar caer en el consumismo, o pagar más por ofertas engañosas, o estrategias de marketing; de este modo también podríamos contribuir a cambiar la sociedad inculcando en los niños valores como el agradecimiento y generosidad.

Entre las estrategias que podemos conversar con ellos tenemos

  • Enseñarles a ser cuidadosos al seleccionar los productos que compramos, y así distinguir el precio del valor de las cosas. No siempre lo más barato es lo mejor, o que lo sea lo más costoso. Aprender a comparar la calidad de los artículos y a elegir el más conveniente será siempre lo mejor.
  • Al frenar el consumismo, no sólo tomaremos mejores decisiones a la hora de comprar y aprenderemos a gastar mejor; así le damos un buen ejemplo a los niños: el no convertirnos en compradores compulsivos que ceden al impulso de adquirir algo por moda o porque lo ofrezcan como una oferta tentadora. En este punto es iimportante hacerles entender que las cosas que les compramos llevan el trabajo y esfuerzo de quien las compra; por lo que deben apreciarlas y cuidarlas.
  • Ayudarlos a distinguir entre precio y valor ayudará a los niños a considerar y agradecer los obsequios que les hacen, más allá de lo que pudieran haber costado; así le darán valor al esfuerzo de quien se los regala, a valorar la intención y los sentimientos que puso al seleccionar ese objeto para ellos.

Hay que tener presente que resulta contraproducente dar regalos sin medida a los niños; según los estudios que realiza la Universidad de Missouri, EEUU., quienes desde pequeños reciben constantemente cosas sin medida, se convierten en adultos insatisfechos, más propensos a las compras compulsivas y a tener grandes deudas con las tarjetas de crédito. Además, si logramos disminuir o ralentizar el consumismo compulsivo, también ayudaremos al planeta al evitar la acumulación de desechos, contaminación de suelos, mares y océanos. ¿Te apuntas al reto?

 

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¿Satanizamos a la inteligencia Artificial?

A finales de 2022 se anunciaba el desarrollo de la Inteligencia Artificial; pero a comienzos del 2023 fue cuando estalló el boom. Dos grandes colosos Google y Microsoft se enfrentan por la preferencia de los usuarios. Microsoft hace público el ChatGPT de OpenAI, Google ante el inesperado lanzamiento (y sin haberlo previsto), lanza Bing al mercado. Lo novedoso atrapa la atención de cientos de miles de usuarios en el mundo que comienzan a usarlo como medio para la diversión y entretenimiento. En Hollywood lo emplean para recrear escenas y ambientes virtuales abaratando costos de producción; mucho antes que estos las empresas de animación recorrieron un trecho usando las computadoras. La medicina encuentra aplicabilidad para detectar cáncer; con la robótica es posible realizar cirugías con un alto grado de precisión. Las empresas farmacéuticas lo usan para optimizar las medicinas. Los tribunales la usan para clasificar y agilizar los expedientes. Las empresas de vigilancia y seguridad optimizan los servicios para ofrecerlos a sus clientes. 

Sin embargo; los regímenes autocráticos encuentran en la Inteligencia Artificial un amplio abanico de oportunidades para vigilar y espiar a los adversarios políticos, así como también son muchos los que la usan para cometer delitos. Dos caras de la misma moneda.

La Inteligencia Artificial es el resultado del ingenio, innovación y creatividad humana; a través de la construcción de algoritmos y estructuras lógicas autoadaptativas que emulan con precisión la inteligencia natural con gran rapidez. Recordemos que esta inteligencia es capaz de evaluar situaciones hipotéticas o reevaluar decisiones previas para construir una matriz lógica tal como lo hacen los seres humanos que está en un continuo aprendizaje. 

Datos personales como la identidad, domicilio, estudios, empleos y demás documentos se encuentran al alcance de un click; información privada y sensible que puede ser usada por manos inescrupulosas para causar daño. La idea no es alarmar, sino enseñar a las personas a analizar y ser críticos con los contenidos que consuman; además de ser cautos y responsables con la información que proporcionen para evitar ser víctimas de delitos como la estafa. En días recientes se hizo público que en Scottsdale, Arizona, Estados Unidos, una mujer denunció haber sido víctima de un intento de extorsión a través del uso de la Inteligencia Artificial; los delincuentes que clonaron la voz de una adolescente de 15 años, aseguraban tener secuestrada a la joven y le pedían a la familia una millonaria suma de dinero para dejarla en libertad.

Los sistemas de Inteligencia artificial plantean nuevos tipos de cuestiones éticas, por lo que los Estados deben resguardar y garantizar la protección de los datos personales, el medio ambiente, los derechos humanos y garantías fundamentales, la libertad de expresión, la privacidad y la no discriminación. La responsabilidad también es compartida

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