¿Conflictivo, yo?

Eloísa acusa a los compañeros de oficina, que todos la rechazan por vestir atuendos inadecuados. Ernesto no se relaciona con los vecinos porque asegura que ellos escuchan sus conversaciones detrás de las paredes. Marietta preparó un pastel de manzana para compartir con los compañeros de trabajo; como le indicaron que debía esperar a que se desocuparan los platos para servirle, arrebató el postre de la mesa porque “nadie se burla de ella”. ¿Qué tienen en común estos tres casos? ¿Cómo repercuten estas actuaciones en el clima organizacional, o en la convivencia social/familiar?

Como seres que vivimos en sociedad, resulta inevitable que se produzcan diatribas interpersonales consustanciales con el ser humano. Desde tiempos remotos han habido luchas por el aprovechamiento del agua, la comida, vivienda o supervivencia. Existen múltiples causas que explican el origen de los conflictos; aquí nos referiremos a las creencias individuales que las potencian.

En la familia adquirimos valores y creencias comunes entre los miembros, los cuales nos guian desde la toma de decisiones hasta los comportamientos dentro y fuera del hogar. A medida que interactuemos con otros sujetos, incorporaremos nuevos significados que irán modelando la forma de interpretar lo que nos rodea y de relacionarnos con los demás. Estos constructos no son inalterables, ya que pueden variar con el tiempo o según sea la sociedad de la que se trate. Es así como una palabra en un determinado contexto puede significar una obscenidad, mientras que en otras sirve para nombrar a un animal; o el caso de una risa nerviosa producto del estrés puede interpretarse como burla.

Estudios recientes han confirmado que el cerebro aprende constantemente. Desde el campo de la neurología, científicos y médicos especializados han corroborado que nuestro cerebro está conformado por mil millones de neuronas. Grupos específicos de ellas nos dan la capacidad para razonar, recordar cantidades de información, experimentar sentimientos, además de comprender e interpretar el mundo que nos rodea.

¿El cerebro crea atajos? Las investigaciones en ciencias cognitivas confirman las hipótesis de que el cerebro trabaja antes que nosotros; es decir, antes de que la información llegue a nuestra conciencia. Este proceso se conoce como anticipación y encuentra su base en la organización cerebral de nuestra memoria debido a lo que hemos aprendido por repetición, pero también por reflejo o por imitación; en consecuencia, el cerebro con la información almacenada es capaz de prever lo que ocurrirá o de formular hipótesis sobre lo que puede ocurrir. Las neuronas crean constantemente puentes entre nuestro pasado y futuro; entre lo que hemos vivido o aprendido y lo que podemos proyectar de estas experiencias y conocimientos sobre el presente y el futuro.

En el pasado, las abuelas nos aconsejaban que contáramos hasta diez antes de responder una pregunta para que no nos arrepintiésemos después; ¿Acaso intuían los sesgos cognitivos antes de que los conceptualizaran? En todo caso para evitar desencuentros y enemistades: 1.- Evite suponer o anticipar la respuesta del otro; es decir, no de por sentado que usted sabe lo que el otro piensa, ya que podemos interpretar erróneamente la situación. 2.- Pregunte al interlocutor lo que este quiso decir; es sano reconocer que no se entendió la información o el mensaje. 3.- Acepte que no siempre tiene la razón; sin que tomemos conciencia de ello, cuando el cerebro recoge información contradictoria, podemos caer en procesos de resistencia para evitar cuestionar algunas certezas o hábitos de pensamiento.

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