¡¡Condenado por tocamientos indebidos!!

Parte de una posición aceptada durante siglos, tiene que ver con la superioridad del hombre para decir, hacer y decidir cualquier cosa, inclusive en el campo laboral o familiar.

Hasta hace poco se justificaba y se consideraba “normal” que los hombres profiriesen comentarios y gestos hacia las mujeres los cuales no constituyen halagos, sino una invasión a su femenidad haciéndolas sentir avergonzadas o agredidas. Resulta común observar cómo ciertos “caballeros” no obsequian halagos a las damas; sino por el contrario, lo que sueltan por el aparato fonador es una parranda de vulgaridades callejeras.

Esta pequeña e “inocente” acción contribuye a que la ciudadanía “tolere” un acto que puede convertirse en la fuente de hechos mucho más graves si no se abordan aportunamente. Muchos casos de volencia hacia la mujer se deben a que estas manifiestaciones no tuvieron intervención; luego pasaron al acercamiento no deseado, al acoso, a la violencia sexual o al femenicidio.

El piropo callejero es una forma de acoso u hostigamiento; sin embargo este acto no es percibido como “violencia” por el común de las personas porque la mayoría asocia el término únicamente a la violencia física. Recientemente en Lima, un artista circense de origen húngaro Attila Vadja Zoltan fue condenado a dos años y seis meses de prisión preventiva por “tocamientos indebidos” (le apretó el glúteo) a la modelo y presentadora venezolana Korina Rivanedeira, a quien previamente la había sacado a bailar.

El Primer Juzgado de Investigación Preparatoria de Flagrancia de la Corte Superior de Justicia de Lima le impuso a Vadja el pago de una indemnización civil de 2800,00$ por el delito contra la libertad sexual (tocamientos, actos de connotación sexual, o libidinosos) en agravio de Rivanedeira. ¿Acaso en Hungría los hombres incurren en este tipo de conductas hacia sus mujeres?

A raiz de la denuncia de Rivanedeira, la municipalidad de Lima canceló el espectáculo circense de manera definitiva. Se hace necesario promover y difundir por los diferentes medios de comunicación y redes sociales, campañas informativas permanentes donde se especifiquen las conductas que son tipificadas como delitos; y dónde acudir en caso de riesgo o amenazas.

No tenemos que “normalizar” y restar importancia a la falta de respeto; mucho menos tolerar gestos, palabras o acciones que atenten contra nuestra integridad física y mental.

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